No cabe duda que en estos momentos sólo un mentiroso o un insensato ignoraría las graves repercusiones que en materia de crecimiento, empleo, salarios, inflación, etcétera, tendrá para nuestra economía la situación por la que atraviesa Estados Unidos, ya que con o sin la aprobación del gringoproa pasarán muchos, muchos meses antes de que la situación vuelva a ser normal.
Sin embargo, casi nadie ha advertido que, además del adverso contexto económico, lo que sucede en Estados Unidos debe obligar a los legisladores y a las “autoridades financieras” de México a llevar a cabo una profunda revisión del marco regulatorio y de supervisión del sistema bancario y financiero que se ejerce en el país.
Más aún cuando si algo ha demostrado la crisis financiera estadunidense, es que su marco regulatorio y de transparencia simplemente ha fallado, es decir, no sirvió y esto nos obliga a pensar en algo nuevo y diferente.
Hay que recordar que hace menos de dos años estrenamos una “nueva” Ley del Mercado de Valores que fue una copia íntegra de la ley del mercado de valores norteamericana (Sarbanes-Oxley).
Vale decir que la legislación sobre temas relativos a la transparencia de la información contable y financiera de las instituciones, la rendición de cuentas, la supervisión y regulación por parte de las autoridades, el seguro de depósito para los ahorradores, las normas para la venta (bursatilizacion) de la carteras de crédito, ha sido y continúa siendo inspirada en el modelo norteamericano.
Y lo señalo ya que de acuerdo a datos de los propios bancos que operan en nuestro país, se muestra que la situación financiera por la que atraviesan empieza a ser ya preocupante.
De esta manera, se observa que algunas instituciones bancarias como Banamex, BBVA, HSBC y Banorte reportaron para el segundo trimestre del año menores resultados de operación. Incluso, en el caso de Banamex y HSBC, se registraron resultados de operación negativos (pérdidas) y prácticamente en todas se ha generado un importante crecimiento de la cartera vencida, originado principalmente por la imposibilidad de pago de las tarjetas de crédito.
Así, por ejemplo, mientras durante el segundo trimestre de 2008 el resultado de operación de Banamex fue negativo en 596 millones de pesos, hace un año reportó un saldo positivo de seis mil 233 millones de pesos.
En este mismo sentido se encuentra HSBC, que para el segundo trimestre de 2008 reportó un resultado de operación negativo de 203 millones de pesos, mientras que durante el segundo trimestre del año pasado había reportado un resultado de operación favorable en 799 millones de pesos.
Cabe señalar que si bien el grupo financiero BBVA-Bancomer reportó un resultado de operación positivo de cinco mil 465 millones de pesos, este fue casi 32% inferior a lo reportado durante el segundo trimestre de 2007.
Por otro lado, la cartera vencida que acumularon estas cuatro instituciones se ubicó durante el segundo trimestre del presente año en 34 mil 330 millones de pesos, cifra que fue 35.3% mayor a la registrada durante el segundo trimestre de 2007.
Conviene destacar que en todas estas instituciones bancarias, durante el segundo trimestre del presente año la cartera vencida superó por mucho al resultado de operación obtenido por estos bancos, que representan en conjunto más de 70% del mercado bancario en el país.
No hay que olvidar que la Asociación de Bancos de México (ABM) ya advirtió que en los próximos meses la situación de la cartera vencida de las tarjetas de crédito se agravará, ya que en lo que resta del año se incrementará en por lo menos 12% y a la fecha, tan sólo en estos cuatro bancos, asciende a 24 mil 66 millones de pesos.
Es decir, que la crisis financiera de Estados Unidos en el fondo no debe entenderse como la quiebra de Morgan Stanley, o de AIG, o de Lehman Brothers, o como un problema de deudores. Más bien, lo que sucede en la Unión Americana es la falla absoluta del sistema y sus reglas de operación, supervisión y transparencia; es la crisis de un modelo basado en la especulación financiera, en la acumulación de capital y en el consumismo. Ese modelo que siempre quiso creer firmemente en “la mano invisible” llamada mercado y sus reglas del juego.
Por ello, la solución de fondo no podrá surgir de las herramientas concebidas por el mercado, ni tampoco lo será el gringoproa: las circunstancias nos deben de hacer reflexionar, ya que tenemos que trabajar en nuevas reglas del juego, con nuevos objetivos, con limites y castigos a la especulación y a la acumulación indiscriminada de riqueza, con mejores esquemas de supervisión y rendición de cuentas, con mayor información, con una verdadera rectoría del Estado, que es sin duda quien debe ser el garante del interés público y del bien común. En suma, la solución debe llevarnos a una nueva arquitectura financiera mundial.
Sin embargo, en tanto eso se da, “autoridades” y legisladores deben empezar a atender los focos amarillos que ya se observan en nuestro sistema bancario y financiero, más aún cuando los mexicanos cargamos sobre nuestros bolsillos el costo de un rescate bancario, y lo peor es que muchos de los ingresos que han recibido estas instituciones ahora sirven para apuntalar a sus “matrices” que están teniendo problemas en Estados Unidos. Por eso sostengo que ahora que ya han visto las barbas de su vecino cortar, deben poner las suyas a remojar.
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